La jovialidad y determinación con las que el ex estelar lanzador nacional y de la pelota Doble A José Enrique “Premier” Marrero toma cada travesía en la vida le han ayudado a construir una existencia llena de satisfacciones dentro y fuera del diamante.

Su amor por el béisbol ha trascendido enfermedades, lesiones y dificultades. Ahora, pasa por una de las épocas de mayor esplendor al ver como sus dos hijos pequeños, Javier y Alberto, se desempeñan en la Doble A con los Arenosos de Camuy.

“Ésta es una de las épocas más grandes de mi vida y una de las que más me estoy disfrutando. Ver a mis hijos jugar es otra cosa. Uno se siente distinto” , confesó Marrero a este diario al aclarar que también sintió lo mismo cuando su hijo mayor, José Enrique, jugó por espacio de diez años con diferentes equipos en la Doble A.

A sus 74 años, Marrero, quien fue miembro de la Selección de Béisbol que ganó la primera medalla de oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Caracas y una medalla de plata en los Juegos Panamericanos de Chicago, ambos eventos en 1959, no ha encontrado una manera de agradecerle al béisbol todas las experiencias vividas.

“Esto (el béisbol) a mí me gusta tanto que yo le he dedicado mi vida. Le debo tanto que creo que no podré terminar de pagar nunca todas las alegrías que he tenido. Aquí yo he construido relaciones y amistades. El béisbol ha sido mi vida; si a mí me sacan del parque y no me dejan ver béisbol, me muero”, aseguró el corozaleño miembro del Recinto de los Inmortales del Béisbol Aficionado Puertorriqueño y del Pabellón de la Fama del Deporte de Puertorriqueño.

Marrero, quien ha estado ligado al béisbol puertorriqueño, en diversas facetas por casi 55 años, ahora se dedica a practicar y grabar los juegos de sus hijos.

“Si me dejan, todos los días le pitcheo a mis hijos. Estoy lunes, martes y jueves en el parque con ellos y otros muchachos más que se juntan con nosotros”, sostuvo Marrero, quien también laboró como jugador y dirigente de Río Grande y Bayamón, equipo con el que aseguró logró a acumular más de 20 victorias.

Marrero ha cultivado una relación de amistad con sus hijos uno de los cuales, Alberto, es receptor, y el otro, Javier, juega en el cuadro interior.

“Nosotros siempre estamos riendo y relajando. Javier, cuando necesita, pregunta; pero yo no voy a decirle cosas sobre su juego si no me lo pregunta. Alberto es diferente, porque me busca y me mira. Cuando él hace eso en un juego es porque está buscando un consejo o la respuesta a algo; yo me le acercó y le digo lo que creo que está haciendo mal”, explicó.

Para Alberto, el cuarto de sus cinco hijos, el compartir e intercambiar ideas con su padre sobre su labor en el terreno de juego es su mayor orgullo.

“El que mi papá esté con nosotros acompañándonos, grabándonos y tirando BP (prácticas de bateo) siempre es un orgullo. Es bueno acudir a él cuando necesitamos algún consejo. Siempre le pedimos que nos diga cómo podemos mejorar en situaciones de juego”, dijo Alberto, quien fue dirigido por su padre hasta que cumplió 17 años.

La mayor enseñanza que Javier se lleva de su padre es su espíritu luchador. “Él siempre nos ha inculcado a dar el máximo, no importa qué ocurra. Él lo hizo así como jugador y ahora nosotros hacemos lo mismo. Nunca se podrá decir que no dimos el máximo en un juego” , aseguró el jugador del cuadro.

Eso sí, tanto Javier como Alberto aseguran que en la relación con su padre no hay espacio para la presión.